Las vacunas
son una preparación en base a sustancias que buscan producir una respuesta inmune en el cuerpo, produciendo anticuerpos. Esta preparación, que puede administrarse mediante una inyección o en algunos casos por la vía oral, genera una respuesta de ataque por medio de estos anticuerpos, lo que contribuye a neutralizar la acción de algún virus o bacteria. Una vez que han sido suministradas en el organismo generan lo que se conoce como memoria inmunológica, por lo que en la mayoría de los casos, vuelven inmune a la persona respecto a los patógenos involucrados.
La inoculación cuenta con antecedentes en China y Turquía; se especula por los recuentos de la época que se buscaba la inmunidad de las personas mediante el contacto directo con algún patógeno debilitado procedente de algún enfermo, pero la primera vacuna como tal fue inventada en 1796, por un médico y científico inglés llamado Edward Jenner, quien encontró una forma efectiva para combatir la epidemia de la viruela y por lo mismo ha pasado a la historia como el padre de la inmunología.
Jenner se enteró de la siguiente curiosidad: las mujeres que trabajaban ordeñando vacas, en ocasiones contraían una enfermedad que era conocida como la viruela de las vacas, de síntomas muy leves en humanos, pero que al parecer hacía a las personas inmunes a la viruela humana. Para ese entonces esta observación era más bien informal, y no habían estudios sistemáticos al respecto. Tomando en cuenta estos antecedentes, obtuvo una muestra de la infección a partir las manos de una de estas mujeres y luego inyectó una preparación con esta muestra en el brazo de un niño. Semanas después le inyectó una muestra de viruela humana y el niño no desarrolló los característicos síntomas de la enfermedad. El logro y precedente que sentó Jenner sirvió para seguir desarrollando el concepto, y científicos de la talla de Louis Pasteur contribuyeron a propagar por el mundo la costumbre de vacunar a las personas, previniendo enfermedades.
En cuanto al modo de operar en el organismo de las vacunas, cuando el cuerpo recibe esta dosis de virus o bacterias (la preparación suele ser en base a formas debilitadas de los patógenos involucrados), el sistema inmunológico se pone en alerta, reconoce los agentes patógenos como una amenaza, los destruye y además, lo más importante, los recuerda. De esta manera, el cuerpo queda preparado para enfrentar esta amenaza, reconocerla y atacarla rápidamente.
Las vacunas han sido un aporte fundamental para controlar e incluso erradicar ciertas enfermedades. Es a este sistema al que se le debe la eliminación de la viruela en el mundo, una epidemia que tuvo un costo de millones de vidas en siglos anteriores. La rubéola, el sarampión, la varicela y el tifus, también se encuentran totalmente controlados gracias a la inmunidad colectiva que se ha generado por medio de las campañas de vacunación por todo el mundo. Sin embargo, aún hay lugares en los que no se ha podido lograr una erradicación de ciertas enfermedades como, por ejemplo, el polio. Países como India, Nigeria, Pakistán y Afganistán, continúan sufriendo el flagelo de este mal por la falta de acceso a la vacunación entre los niños.
Uno de los desafíos destacables que actualmente enfrentan las empresas farmacéuticas y centros de investigación en el mundo, tales como universidades, es el desarrollo de una vacuna que pueda poner fin a la mortal propagación del virus del Sida o VIH.
Es importante destacar que una vacuna no implica una protección a todo evento ante un determinado patógeno, ya que en algunos casos el sistema inmunológico, por alguna razón, no reacciona adecuadamente al estímulo. Esto puede ocurrir en personas con un organismo debilitado por alguna otra enfermedad o la condición en particular de la persona, incluyendo antecedentes genéticos. Por otro lado, aún en casos donde la vacuna no prevenga del todo una enfermedad, si podría mejorar la respuesta inmune y por ende lograr que el organismo enfrente de mejor manera la amenaza, logrando retornar a la salud de manera más eficiente y rápida.
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